Editorial. EL RETORNO URIBISTA Y LA TÁCTICA DE LA DEMOCRACIA

 

El hecho de que en la segunda vuelta presidencial hubiese cambios positivos en las filas de la posición que excluyó la posibilidad de una candidatura presidencial conjunta en la primera vuelta mediante una consulta previa de todos los candidatos antiuribistas, merece resaltarse y amerita un reconocimiento a quienes lo hicieron. También implicó un avance muy significativo que en ese crítico lapso la posición de quienes persistieron en la fragmentación de fuerzas, y principalmente la táctica extremoizquierdista del Moir en el seno del Polo, hubiese quedado prácticamente aislada y recibiese la generalizada reprimenda manifiesta en el principal vehículo ─o al menos el más vigoroso─ de la opinión democrática colombiana, que hoy por hoy se expresa a través de las redes sociales. Asimismo deben registrarse como positivas las actuales conversaciones entre Petro y el senador Robledo.

La Consulta, un paso adelante

Notable el volumen de la votación democrática en la consulta anticorrupción, y abrumadoramente mayoritaria en el conjunto de esta votación ciudadana la decisión de respaldar con el Sí las siete preguntas. Ello denota un aumento y un fortalecimiento sin precedentes de la movilización consciente de los colombianos demócratas. El resultado de la Consulta también muestra las contradictorias tendencias presentes en la Colombia de hoy: el ascenso de la potente corriente de quienes quieren un país mejor, que repudian la corrupción y entienden la importancia de acciones consecuentes para arrinconarla y derrotarla; y al tiempo, la considerable porción de la población carente de comprensión de la necesidad de movilizarse en esta y en las otras grandes luchas que pueden acabar con los males del país y labrar un nuevo futuro.

En esto último cuentan no sólo la tradicional apatía y frustración que ha marginado de la política, y en especial del ejercicio del derecho al voto, a la mayoría o a casi la mitad de la población de votantes por décadas, sino el factor más activo en el mantenimiento de ideas y enfoques retrógrados. Nos referimos, claro está, al que pugna por seguir provocando una verdadera involución del país: el uribismo y sus aliados, lastre u obstáculo principal del progreso de Colombia. En la imposibilidad de impedir la Consulta fue, al tiempo abierta y soterradamente, su oposición al cardinal pronunciamiento ciudadano. Nada de lo cual implica dejar de ver que los resultados de la Consulta concretan un paso más hacia adelante en el esfuerzo de allegar la fuerza suficiente para batallar por las transformaciones fundamentales del país. Así se consigna, en esta edición de LA BAGATELA la posición del PTC, con la profundidad y el espacio requeridos, en el artículo de su Secretario General (e), Yezid García, sobre tan crucial asunto. Agréguese, en esta mención de pasada del tema del día, que con el resultado de la Consulta se consolida y acrece el respaldo de millones de colombianos necesario para exigir al Congreso y al gobierno de Duque que los siete puntos deben concretarse en eficaces medidas legislativas en pro de combatir el detestado flagelo.

Duque: un opaco inicio

Aunque ya va a cumplirse un mes de la posesión del nuevo presidente, vale la pena insistir en el lánguido inicio de su gobierno y en la confirmación de las preocupaciones que lo precedieron. Lo significativo para el país del acto en el que asumió su cargo ante las Cámaras legislativas no fue su discurso sino el del presidente del Congreso, Ernesto Macías. Como la nota más estridente de la ocasión, la catilinaria notificó al país que el uribismo sigue lanza en ristre. Opaco comienzo el de un presidente cuyo primer mensaje como gobernante suscita apenas interés y palidece frente a la altisonante descarga pronunciada por un subalterno del caudillo del llamado Centro Democrático y bajo sus instrucciones. Como para marcar desde el mismo punto de partida cuál es la verdadera fuente del poder, el propio expresidente Álvaro Uribe profirió la terminante apreciación de que el discurso de marras “era necesario”.

Se trata entonces de que Colombia habrá de padecer en lo inmediato la restauración de una voluntad y una política de gobierno ─la de Uribe─ empecinada en neutralizar la Justicia Especial para la Paz (Jep), impedir u obstruir la participación en política de los exinsurgentes que pactaron la salida negociada del conflicto, en seguirse oponiendo en el Congreso a los proyectos legislativos referentes a los acuerdos de La Habana y en entrabar aún más los pasos concretos de su implementación. Y, sobre todo, en echar tierra a toda posibilidad de que emerja la verdad completa sobre los crímenes atroces y sus principales artífices, en mantener los millones de hectáreas de tierras arrebatadas al campesinado desplazado en manos de sus despojadores y testaferros, y en bloquear con doble cerrojo cada una de las medidas progresivas acordadas entre gobierno y exalzados en armas para el agro. Objetivos uribistas cuyo correlato consabido es una política oficial represiva al extremo, un ambiente político de persecución, involución y cacería de brujas, y una arremetida contra el Estado de derecho y la independencia de la justicia que promete ser definitiva. Señal inequívoca de esta política es el anuncio del nuevo ministro de Defensa de mutilar el derecho a la protesta, y la negativa del Consejo Nacional Electoral, cuya mayoría son los socios del nuevo gobierno, a otorgar la personería jurídica a Colombia Humana.

Sin olvidar un solo instante que este es un gobierno de los magnates y la plutocracia, de las multinacionales, gringas principalmente, y de ahondamiento del antisocial modelo neoliberal, con todos sus horrores en materia económica y social para el pueblo. En suma, que los colombianos debemos ser conscientes de que al país se le vino encima un gobierno dispuesto a desmantelar o a “hacer trizas” los acuerdos de paz y que su defensa requerirá, como la de las reivindicaciones sociales y ciudadanas, una intensa lucha política y social, fuera y dentro del Congreso.

Aunque incluso para el restablecido régimen uribista, así como unas son de cal otras resultan de arena. El discurso de Macías estuvo también dirigido hacia adentro del establecimiento, en especial a su segmento político, las bancadas parlamentarias que apoyaron a Duque, las antiguas y las más recientes, a los gobernadores de la coalición uribista y demás caciques regionales integrantes de la clientela de gobierno o aspirantes a ello. Recibieron la notificación de que bajo el gobierno de la restauración uribista el acceso a la “mermelada” y otras canonjías queda estrictamente condicionado a la observancia a pie juntillas de las posiciones ultras de que consta el regresivo recetario del uribismo. No obstante, a la abultada nueva clientela, santista la víspera, su amanecer duquista no le impidió cantar claro y fuerte, de entrada, su disposición a vender caro, lo más caro que pudiese, su apoyo al nuevo gobierno. La escaramuza de la elección del contralor y el fiasco sufrido por Lafaurie, portavoz eximio de las huestes tridentinas, mostraron su margen de maniobra ─el de Vargas Lleras y el del expresidente Gaviria al frente de la vieja rosca liberal─, por lo menos en el Parlamento, y al jefe del Centro Democrático le tocó sumarse al cortejo para controlar el desorden y no aparecer en minoría. Más importante aún, unidades destacadas de colectividades de la coalición de gobierno y de fuera de ella ─Roy Barreras, Armando Benedetti, Luis Fernando Velasco, Juan Fernando Cristo, los Galán, y varios otros─ vienen discrepando abiertamente respecto de las posiciones de la extrema derecha. Son dificultades reales del uribismo dentro del conjunto de la vieja clase política a la que jalona, que conviene seguir con atención.

Reunión entre Álvaro Argote, Jorge Enrique Robledo, Gustavo Petro y Hollman Morris.

Colombia, un panorama arrevesado

El mismo 7 de agosto y en los días subsiguientes, se conoció el ataque a patrullas de soldados y a estaciones de Policía en distintos departamentos, con muertos, heridos, y varios de los uniformados en poder de sus captores, que fuentes oficiales atribuyen al Eln. Acciones armadas que podrán dar pábulo al gobierno actual para precipitar una abrupta terminación de las negociaciones de paz con esta agrupación insurgente, y proveerle oportuna justificación para el rápido inicio de un estado de cosas que implique el despliegue y movilización de las fuerzas armadas tendientes a reanudar la guerra interna.

Al día siguiente de posesionado el nuevo mandatario se supo que el gobierno Santos había tomado en la puerta de salida la decisión, con sumo retraso, pero justísima, del reconocimiento oficial de Colombia al Estado de Palestina. El estupor de algunos medios parecía más motivado por cuál sería la reacción de Estados Unidos, y la de allí derivada para el gobierno actual, que por la importancia y el interés real por la noticia.

Sin parar, siguen aumentando como las cruces de un cementerio, las fechas de atentados y muertes de líderes sociales en toda la geografía nacional, que incluyen dirigentes y activistas de la oposición y en particular más de setenta y tantos exinsurgentes de las antiguas Farc. Para colmo, el gobierno de Duque había designado como directora de la Unidad Nacional de Protección, Unp, a una antigua y ferviente seguidora de las beligerantes pautas del señor del Ubérrimo. Para la cual, buena parte de los protegidos ─del campo democrático y en especial de la izquierda─ no merecía más calificativo, a juzgar por sus recientes trinos, que el de “banda de forajidos”. Por fortuna, la grotesca situación de que quien fuera designada para el cargo consideraba a sus protegidos como delincuentes, obligó al reversazo del gobierno uribista y anunciar el retiro de la descaecida designación ante las inmediatas protestas y renuncias a semejante protección expresadas frente a tamaña incongruencia.

La suspensión del programa de erradicación voluntaria y manual de los cultivos ilícitos, la concentración de esfuerzos en la erradicación forzosa y la intensificación de la fumigación aérea con glifosato, como la continuidad del incumplimiento de la inversión pública para sustituir dichos cultivos ─pese a las decenas de miles de familias que se acogieron a dicho programa─, dan una medida de la obsecuencia absoluta del gobierno Duque ante la política antinarcóticos de Estados Unidos. Esta acción oficial sigue sin parar mientes en el fracaso por décadas de esta política antidrogas norteamericana, basada en la prohibición y en la represión contra el campesinado que cultiva la hoja y los traficantes de los países del traspatio latinoamericano, pero que no procede igual contra los que se quedan con la parte del león: las mafias estadounidenses que expenden toneladas de la droga al detal en las urbes gringas, ni mucho menos contra sus grandes bancos que lavan dólares del narco a diestra y siniestra. Tampoco repara en que mientras Colombia sigue siendo el único país que permite que se fumiguen sus cultivos con glifosato, un tribunal de San Francisco acaba de fallar en un caso contra la multinacional Monsanto por la reclamación de un granjero causada por el carácter cancerígeno de la sustancia. Ni se da por enterada de que en Afganistán, durante largos años, desde la ocupación del país en 2002, las fuerzas militares norteamericanas tuvieron como aliados principales a los señores de la guerra afganos, principales narcotraficantes de Asia Central.

El paro reciente de los maestros en el final de la administración saliente, llevado a cabo en protesta por el incumplimiento del gobierno Santos de los acuerdos pactados, fue también un claro y temprano mensaje de la resistencia civil en ciernes al nuevo gobernante. Muy significativo, dada la importancia de la organización sindical del magisterio en la CUT, y elocuente respecto del ánimo actual del movimiento de los trabajadores organizados, teniendo en cuenta las regresivas propuestas de los gremios empresariales y bancarios, en especial la referente a la completa privatización de Ecopetrol, al igual que los anuncios del nuevo gobierno de más medidas del mismo caracter en materia tributaria ─en particular la escandalosa extensión del IVA a toda la canasta familiar con una justificación baladí─, y en los terrenos laboral, de salud y las pensiones.

Un buen anticipo del período de movilizaciones callejeras que puede avecinarse fue la marcha realizada también el 7 de agosto, en decenas de ciudades y municipios, con participación de todas las fuerzas democráticas, por la vida, contra los asesinatos de los líderes sociales y por la paz, convocada por el líder de la oposición, Gustavo Petro. Tales los elementos del cuadro convulso de la situación del país al tiempo de iniciarse el gobierno de Duque. Dos procesos más en desarrollo, cuyo desenlace sin duda tendrá enorme peso en el curso de los acontecimientos futuros, merecen capítulo aparte. El que mantiene pendiente la atención nacional, la citación a indagatoria del expresidente Uribe, “el político más poderoso del país”, en el proceso que le sigue la Corte Suprema de Justicia, y las recientes revelaciones y procesos judiciales y de control sobre la red privada de espionaje, a la cual se vincula a un general retirado de la Policía, y que envuelve hoy al conjunto de las actividades de inteligencia del Estado y se remontan lustros atrás.

La táctica, el quid de todo

Lo habitual en política es que la celeridad de la marcha de las cosas, sobre todo el advenimiento de acontecimientos de gran repercusión, obligue a concentrar la atención exclusivamente en el presente. Lo cual es una función de primer orden, imprescindible si de descifrar se trata la situación del país y del mundo, si se persigue revelar la respectiva correlación de fuerzas del momento, captar su tendencia principal, y en consecuencia, precisar lo que toca hacer para transformar o consolidar dicha correlación de modo favorable a los agentes políticos y sociales del progreso, o por lo menos para preparar las condiciones en esa dirección. Pero otear en exclusividad con ojo avizor el día a día puede a veces oscurecernos la visión de conjunto de la agreste floresta. El devenir de esta en ocasiones esconde algunos de sus secretos en la génesis del bosque. Sucede que a menudo los factores en presencia hunden sus raíces en procesos, situaciones o sucesos que vienen de atrás. De lo que se sigue que algunas veces hallándose la clave de lo que ocurre hoy y vendrá mañana en lo desatado ayer, en experiencias vividas, la debida asimilación de estas se convierte en condición o al menos en premisa complementaria del acierto del día. Es el caso del retorno del uribismo al poder, principal problema de la Colombia actual.

Una nutrida cadena de acontecimientos enmarca la trayectoria del jefe de esa corriente política, que va de la dirección de la Aeronáutica Civil, pasando por la alcaldía de Medellín y la gobernación de Antioquia, hasta los 8 años de los dos gobiernos del “eterno presidente”, sin dejar de lado su papel de antagonista principal de las negociaciones de La Habana y de los acuerdos de paz, como del plebiscito refrendatorio y ahora de la consulta anticorrupción. Sin duda que en el prolongado itinerario se encuentran pistas muy orientadoras sobre el actual acontecer, y en especial en sus fases más recientes. De bulto resulta entonces percibir que si se quiere arrojar algo de luz sobre los pasos venideros de la oposición al restaurado régimen, no hay manera de soslayar el examen de las presidenciales pasadas, ni de negarse a aprender sus lecciones, sobre todo estando tan fresca la experiencia. Es el perenne imperativo de sintetizar aciertos y errores, si se quiere dar los pasos venideros con firmeza, en lugar de actuar como la gallina ciega, al garete, o al impulso de la moda del día.

Los resultados electorales de la primera y segunda vuelta presidenciales terminaron comprobando que la posibilidad de vencer a los adversarios del progreso y de la paz en Colombia requiere que las fuerzas democráticas se aúnen en una amplísima coalición alrededor de un programa mínimo de transformaciones progresivas. Aquí esto es lo sustancial del asunto, llámese “acuerdo sobre lo fundamental”, “coalición enorme”, o sin mayor originalidad pero con exactitud, política de frente único, como preferimos llamarla los petecistas. De haberse sumado las fuerzas de los candidatos de Colombia Humana, de la alianza Verdes-Polo-Fajardo, y del liberalismo, en una coalición que hubiese escogido un candidato único en una consulta conjunta sobre la base de un programa acordado, al cual habríamos apoyado todos, es muy probable que las fuerzas democráticas hubieran ganado en la primera vuelta presidencial.

Lo más importante es elaborar la táctica del presente y del futuro inmediato, por supuesto, pero sin negarse a aprender de lo ya realizado, de lo positivo y negativo de la experiencia. Es el camino de la ciencia y en general el que realmente transita el progreso humano. Si los hechos se examinaran con verdadero rigor y espíritu crítico, el objetivo inmediato podría ser subsanar en el presente lo que antes hizo falta para llegar a los acuerdos de unidad, incluyendo a los que se equivocaron negándose a contraerlos.

La gran significación de las pasadas presidenciales es que pusieron a prueba dos tácticas: la que propuso la alianza más amplia posible para enfrentar el uribismo e iniciar el cambio democrático, y aquella que prefirió restringir el alcance de la coalición al centro político excluyendo fuerzas decisivas para la lucha. A la luz de los resultados, lo que importó es que la unidad no puede restringirse al centro político: es absolutamente necesario contar con la izquierda, sobre todo si como también quedó comprobado en primera vuelta, la votación de esta supera a la del centro. Y que no fue precisamente la esterilidad del voto en blanco ─primo hermano de la abstención─ lo que podía decidir la lucha u orientar al país. Lo que contó y cuenta son los más de 8 millones de votos producto de la unidad de fuerzas por una salida distinta para Colombia, por un cambio real. Las tareas para enfrentar el retorno ya efectuado al poder del uribismo requieren de la táctica materializada en la fuerza de una votación sin precedentes.

El hecho de que en la segunda vuelta presidencial hubiese cambios positivos en las filas de la posición que excluyó la posibilidad de una candidatura presidencial conjunta en la primera vuelta mediante una consulta previa de todos los candidatos antiuribistas, merece resaltarse y amerita un reconocimiento a quienes lo hicieron. También implicó un avance muy significativo que en ese crítico lapso la posición de quienes persistieron en la fragmentación de fuerzas, y principalmente la táctica extremoizquierdista del Moir en el seno del Polo, hubiese quedado prácticamente aislada y recibiese la generalizada reprimenda manifiesta en el principal vehículo ─o al menos el más vigoroso─ de la opinión democrática colombiana, que hoy por hoy se expresa a través de las redes sociales. Asimismo deben registrarse como positivas las actuales conversaciones entre Petro y el senador Robledo. Y aunque lo ideal es que los graves yerros se reconocieran y la responsabilidad por los mismos se asumiera, todos sabemos que ello no constituye insalvable premisa para que en adelante se actúe como se debe. Lo importante es que tanto dentro como fuera de las corporaciones públicas, y tanto en las movilizaciones callejeras de la lucha de masas como en la lucha electoral se adopte la táctica de unir todas las fuerzas susceptibles de sumarse a la resistencia civil contra el régimen uribista y por las transformaciones democráticas.

La lección general que se desprende de la experiencia es que la suerte del país, el ascenso de la democracia, las posibilidades reales del cambio, dependen de la táctica. El desenlace de la batalla general contra el uribismo retornado al poder, la resistencia civil contra la implantación de un Estado fascistoide envuelto en una normatividad de celofán, la movilización de masas contra las medidas regresivas anunciadas por el gobierno de Duque, la continuación de la lucha por la implementación de los acuerdos de paz, la exigencia de la protección de la vida de los líderes sociales, los derechos de la oposición, los de las nuevas ciudadanías, por la preservación del medio ambiente y por frenar el calentamiento global, el rechazo a la vuelta generalizada de la violencia y a la participación de sus agentes en la dirección del Estado, todo ello corre de modo decisivo a cuenta de la política que guíe esa trascendental lucha. Los colombianos identificaron como suya la política democrática mayoritaria que presidió en segunda vuelta la lid eleccionaria presidencial recién librada. No sólo porque fue puesta a prueba y salió airosa, sino porque es la que reclama el inmediato porvenir.

28 de agosto de 2018

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