Kennedy y Corabastos. Historia de un contagio anunciado

Kennedy está rota por la desigualdad que la aqueja antes y peor aún después de la pandemia. Reconozco que si Claudia no fuera la alcaldesa estaríamos en manos de Duque y su pandilla, que si ella no hubiera presionado la cuarentena no podríamos experimentar de alguna manera esta leve tranquilidad por el bajo número de fallecidos, todo eso gracias a su liderazgo, pero en Kennedy nos falló un poco el cálculo y eso, a manera de autocrítica, hay que reconocerlo. Las calles se convertirán nuevamente en el pulso político del momento, la gente aprendió que al gobierno nacional no le importa la vida de la gente y sabe que con hambre no hay virus que valga. Como edil de Kennedy estaré, como hasta ahora, apoyando sus reclamaciones.

Por Milton Peña
Edil de la localidad de Kennedy en Bogotá

La localidad de Kennedy al suroccidente de la capital es una ciudad dentro de la ciudad, con una población superior a un millón doscientas mil personas, equiparable a Barranquilla y más grande que cualquiera de las capitales de departamento del Eje Cafetero. 

Y como si fuera una muñeca matrushka, dentro de esa urbe, se encuentra una mole de 420.000 metros cuadrados que alberga la central de abastecimiento más grande del país, con 57 bodegas, 16 bancos, dos estaciones de servicio, restaurantes y hasta un concesionario de vehículos; este macroproyecto creado en la década del 70 en el siglo pasado, es hoy una fuente de alimentos, trabajo, riqueza, conflictos sociales y por infortunio, en estos días de pandemia, concentración de contagios covid-19. Hablamos de la Corporación de Abastos de Bogotá S.A. (Corabastos).

Hay que reconocer que el covid-19 es nuevo para el mundo, su alta capacidad de letalidad y su fácil contagio son todo un reto para los gobiernos del orbe, eso demuestra que nadie estaba preparado para esta pandemia. El caso de Bogotá es uno de los más difíciles pues acababa de ser arrasada por el peor alcalde de la historia de la ciudad en todos los aspectos, pero hay dos que sin duda en tiempos de esta emergencia sanitaria eran vitales para afrontarla, el desempleo y el sistema público de salud, en especial aquel robusto programa “salud a su hogar” y todas las rutas de atención en servicios básicos sociales fueron desmanteladas por el leñador Peñalosa y nos dejó el mayor indicie de desempleo de los últimos 12 años en Bogotá.

En Kennedy se concentra el 32% del total de desempleados de la ciudad, barrios de las UPZ, Corabastos, Patio Bonito, Gran Britalia, Calandaima y Margaritas, albergan a la población más pobre de nuestro territorio y la que, producto de ese desempleo, debe salir a rebuscarse el pan diario en la calle o de forma informal en la central de Corabastos, allí diariamente llegan 18 mil trabajadores formales, pero cerca de 50 mil trabajadores informales a ganarse el día a día.

 Cuando la pandemia golpeó a Bogotá ante la negativa de Duque de cerrar el aeropuerto, los contagios empezaron a crecer en la zona norte como era de esperarse, allí llegaban los familiares de Europa y otros países que ya padecían el virus, pero este se extendió rápidamente a todo Bogotá, en especial al suroccidente, ya que allí trabajaban los comerciantes de la central que, contagiados por sus familiares o amigos que llegaron del exterior, lo transmitieron a sus trabajadores cercanos en Corabastos. En las primeras mediciones todos los ojos estuvieron concentrados en Usaquén y Suba, solo alguien que conoce como la palma de su mano a Kennedy y Corabastos, atinó a decir algo que parecía una locura en su momento, que Corabastos sería el foco más grande de contagio y que la localidad más golpeada sería Kennedy, que los sectores más contagiados serían precisamente los barrios más pobres de la localidad: fue mi compañero y mentor Francisco Castañeda. Él gritaba a los cuatro vientos que debían tomarse medidas radicales en la Central, que había que hacer un operativo especial para las zonas circunvecinas y tener un programa humanitario robusto para ellos, incluso lleva pidiendo la verdadera descentralización de Corabastos en las plazas de mercado de Bogotá desde el año 2011, y nadie ha querido atender esta solicitud, medida que, debo decir, se está tomando en este momento, cuando ya nadie quiere escuchar y nadie quiere atender por el temor a terminar de perderlo todo.

Yo concuerdo con la alcaldesa Claudia López en las medidas tomadas, pero hoy son tardías. Estamos experimentando un nivel de contagio enorme y en una localidad convulsionada por el hambre. Reconozco que si Claudia no fuera la alcaldesa estaríamos en manos de Duque y su pandilla, que si ella no hubiera presionado la cuarentena no podríamos experimentar de alguna manera esta leve tranquilidad por el bajo número de fallecidos, todo eso gracias a su liderazgo, pero en Kennedy nos falló un poco el cálculo y eso, a manera de autocrítica, hay que reconocerlo.

Las comunidades le han pedido a la Central responsabilidad social no solo en esta época de crisis sanitaria. El impacto que genera la vasta actividad económica de aquel pequeño mundillo, afecta los barrios aledaños y a sus comunidades.

Esa misma responsabilidad se le ha exigido en el manejo de pandemia, han tomado medidas poco exitosas y sí muy controversiales, como el pico y cédula para controlar el ingreso, pero olvidaron distinguir que algunas personas cuyo número de documento coincide con la restricción, son trabajadores esenciales de la cadena de abastecimiento, y aun así se les impide el acceso.

Se intentaron medidas con relación al ingreso de vehículos que tampoco resultaron bien, largas filas de camiones esperando la autorización que terminaron vendiendo sus productos al destajo en las calles y avenidas cercanas, generando desorden y aumentando el riesgo de propagación.

Ha habido reuniones dentro de la Corporación, en ellas participa el Ministerio de Agricultura, la Alcaldía Mayor de Bogotá, la Gobernación de Cundinamarca y los empresarios, estos últimos con un 52,08% de las acciones.

¿En riesgo la cadena de abastecimiento?

Los tenderos de Bogotá se surten en Corabastos, las previsiones de las autoridades sanitarias manifiestan que desde allí se puede estar propagando el virus al resto de la ciudad con las personas que acuden en procura de abastecimiento para sus negocios, lo mismo ocurre con la provisión alimentaria para los hogares. Aun así, es impensable la opción de cerrar la Central, una decisión de tal magnitud pondría en riesgo el abastecimiento de toda la capital de la República y ocasionaría trastornos en la comercialización de los productos cosechados en los departamentos que proveen mercancía alimentaria a Bogotá.

Con la declaratoria de alerta naranja en la localidad de Kennedy y su consecuente confinamiento estricto, se han puesto en marcha nuevas medidas entre las que se destacan la reducción del aforo, así como el pico y puesto, aceptado sin mayores traumatismos por los comerciantes, garantizando un distanciamiento preventivo realmente efectivo. Lo anterior sumado a la sensibilización que se hace a diario con todos los habitantes de este territorio, se espera que haga realidad la disminución significativa en el número de contagios de esta enorme y pujante localidad.

La crisis dejó al desnudo, entre otras, la realidad social, laboral, ambiental, y económica de las ciudadanías. Kennedy no ha sido la excepción, no solo padece la pandemia, sino también una pésima calidad del aíre, producto de la falta de árboles y se hace más necesario la conservación del Bosque Bavaria y sus humedales, también la violencia producto de la desigualdad social que se incrementará producto de la pérdida de miles de empleos más. En fin, Kennedy está rota por la desigualdad que la aqueja antes y peor aún después de la pandemia, lucha porque el dinero no se le siga entregando a los bancos y se genere una renta básica ya, y la lucha que vendrá por mantener la precaria democracia y las justas reivindicaciones de los trabajadores y de las comunidades, serán el pan de cada día de ahora en adelante. Las calles se convertirán nuevamente en el pulso político del momento, la gente aprendió que al gobierno nacional no le importa la vida de la gente y sabe que con hambre no hay virus que valga. Como edil de Kennedy estaré, como hasta ahora, apoyando sus reclamaciones.

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