Las juventudes de Colombia y el mundo: a la vanguardia en la lucha por sus derechos y por el planeta

Edición #81

La conmemoración del aniversario de Mayo del 68 y de los 50 años del Movimiento Estudiantil del 71 en Colombia, se enmarca en el vertiginoso ascenso de las movilizaciones sociales lideradas por unas juventudes cada vez más heterogéneas pero a su vez articuladas en propósitos comunes que han sabido aprovechar las herramientas digitales para organizarse, convocarse y expresar sus posturas. Las movilizaciones juveniles han permitido colocar una nueva agenda en la discusión política, pero se requiere que dicha agenda llegue a los espacios de poder, donde se toman las decisiones claves, en el Congreso y el Ejecutivo. Este es el reto del Pacto Histórico, lograr integrar los nuevos liderazgos juveniles del país al proceso transformador que se viene adelantando y que permita lograr un cambio en la correlación de fuerzas en el Congreso para que las reformas que los y las jóvenes requieren para la plena realización de sus derechos, derroten a las fuerzas de la extrema derecha fascista.

Por Carlos Julio Giraldo Medellín

Integrante del Partido del Trabajo de Colombia, Regional Atlántico

La conmemoración del 50 aniversario de Mayo del 68 y del Movimiento Estudiantil del 71 se enmarca en el vertiginoso ascenso de las movilizaciones sociales lideradas por unas juventudes cada vez más heterogéneas pero a su vez articulada en propósitos comunes que ha sabido aprovechar las herramientas digitales para organizarse, convocarse y expresar su posturas.

De Davos al 15M

Pero las movilizaciones juveniles de los últimos tres años son el resultado de un importante proceso que viene desde finales del siglo XX y los primeros años del presente siglo con los movimientos de resistencia frente al capitalismo neoliberal y sus efectos de crecimiento de la pobreza y las desigualdades, así como frente a la ofensiva guerrerista del imperialismo norteamericano y sus aliados en Oriente Medio bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo. Estos movimientos se caracterizaron por mostrar al capital globalizado que también la resistencia y las luchas se pueden globalizar y que no ha llegado aún “el fin de la historia” y estimular el optimismo y la confianza en el futuro y permitiendo tejer redes de comunicación entre esa diversidad de actores que gradualmente toman conciencia de que no están solos (Domínguez, 2005).

Efectivamente, Davos (1999), Seatle (1999), Génova (2001), el Forum Social Mundial en Porto Alegre (2002, 2003 y 2005) y la India (2004), son algunas de las más significativas expresiones de la movilización antiglobalización, en la que las juventudes de diversos sectores y condiciones y con intereses disímiles empezaban a mostrar el carácter global de las resistencias, portadores de utopías, caracterizados por la búsqueda de alternativas, capaces de conquistar espacios públicos y articularse con lo político y de buscar las convergencias estratégicas en medio de tanta multiplicidad y atomización (Houtart, 2003).

La crisis económica de 2008 se constituyó en un punto de inflexión para el proceso de resistencias contra las consecuencias de la globalización neoliberal que posibilitó la irrupción de nuevas movilizaciones juveniles quienes expresaron su frustración por los estragos de la crisis y la desconfianza hacia la clase política de sus países.

Respecto de la pérdida de empleos, la Organización Internacional del Trabajo señalaba que los trabajadores jóvenes, migrantes y las mujeres fueron los grupos más vulnerables ante la crisis y la recesión que le siguió: “aunque constituyen apenas el 24,7% de la población en edad de trabajar, representan nada menos que el 40,2% del total de desempleados a escala mundial”. Los y las trabajadoras jóvenes vieron no solo que las tasas de desempleo se situaban casi al doble que la de los adultos, sino que a la vez aumentaba la precarización del empleo, sometiéndolos a que aceptaran trabajar menos horas, cobrar salarios inferiores o experimentar un empeoramiento de sus condiciones de trabajo.

Otro de los efectos de la crisis en las juventudes del mundo y que se refleja en su frustración, es la reducción en el nivel de ingreso respecto de las generaciones precedentes. En el Reino Unido, una investigación encargada por la BBC halló que la gente que tiene entre 30 y 39 años de edad fueron los más afectados por la crisis financiera, perdiendo en promedio 7,2% en términos reales o unos US$2.684 al año entre 2008 y 2017, mientras que en Estados el salario promedio para un recién egresado de la universidad en 2008 era de US$46.000, de acuerdo con la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, cifra inferior en un 8%, tomando en cuenta la inflación, que lo que ganaban los graduados universitarios en 2002 (BBC, 2018).

Los efectos devastadores de la crisis global del capitalismo significaron otra etapa de las resistencias juveniles que se expresaron a través de movimientos que se extendieron entre 2008 y 2013, como los de ocupación de plazas en Europa y Estados Unidos, siendo los más representativos el del 15M de España y Ocupe Wall Street en New York. Estos movimientos tenían como características comunes la heterogeneidad de sus participantes, así como el uso de las nuevas tecnologías y las redes sociales que se convirtieron en instrumentos esenciales para la coordinación, organización y difusión de las protestas, produciéndose un salto de lo virtual a lo real, además de disociación y en muchos casos el rechazo a las tradicionales organizaciones sindicales y políticas, aunque no dejaron de contar con su apoyo y solidaridad.

Otra característica importante de estos movimientos fue la crítica a las democracias representativas, exigiendo la abolición de la monarquía parlamentaria (España), denunciando que las instituciones representativas se habían convertido en meros agentes de administración y gestión al servicio de las fuerzas del poder financiero nacional e internacional, para lo cual buscaban la generación de formas políticas alternativas reivindicando la democracia directa y deliberativa.

En el contexto sudamericano, se destacan los movimientos estudiantiles en Chile y Colombia: la “Revolución de los Pingüinos” (2006) y la MANE (2011). Ambos movimientos tuvieron como eje común la lucha contra el modelo educativo neoliberal que se basa en la privatización, la desfinanciación y la mercantilización, así como la exclusión de millones de jóvenes del acceso a la educación, especialmente en el nivel universitario.

Los pingüinos se movilizaron contra la privatización del sistema educativo, la precarización del empleo docente y el debilitamiento de la educación pública desde los tiempos de la dictadura de Pinochet (Aguilera, 2014). En palabras de Bellei y Cabalín (2013), los estudiantes transmitieron mensajes contundentes que sintetizaban muy bien los principales problemas del sistema educativo de Chile: desigualdad, mala calidad, segregación y endeudamiento. Este movimiento permitió colocar a la educación en el centro del debate político en ese país y la cualificación de liderazgos juveniles que posteriormente protagonizaron las movilizaciones de los universitarios y en las recientes protestas iniciadas en el 2019.

En Colombia, el movimiento estudiantil de 2011, representado en la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) se expresó a través de un conjunto de manifestaciones y expresiones adelantadas por estudiantes universitarios de todo el país, en rechazo al proyecto de reforma a la Educación Superior impulsado por el entonces presidente Juan Manuel Santos. La reforma buscaba dar vía libre a la implementación de universidades con ánimo de lucro, racionalizar los recursos de las universidades estatales, implementar un modelo de venta de servicios para que las universidades estatales compitieran por recursos públicos, así como limitar los recursos destinados a las instituciones de educación superior estatales de manera temporal.

Una característica importante del movimiento universitario del 2011 en Colombia fue la diversidad de acciones que motivaron el apoyo y la solidaridad de amplios sectores. Acciones como los abrazatones y besatones, marchas de antorchas, foros y debates en medios de comunicación y el Congreso, en el que se evidenció el alto nivel argumentativo, imprimieron al movimiento un carácter alternativo que iba más allá de formas tradicionales de protestas. Además de las movilizaciones callejeras, los jóvenes produjeron contenidos digitales que se publicaron en redes sociales y otros sitios web. Algunos -como infografías, fotografías y videos- llegaron a diversos públicos a partir de lenguajes sencillos, satíricos y críticos (García, 2012).

2018 al 2021: Cambio Climático y Covid-19

La falta de acciones contundentes por parte de los gobiernos de los países con mayor contribución al cambio climático y el incumplimiento de los Acuerdos de París ha motivado la irrupción de un nuevo proceso de movilización juvenil: las huelgas por el clima, lideradas por estudiantes que se agrupan bajo el Fridays for Future, que se originó en 2018 gracias a las acciones de la activista sueca Greta Thunberg.

Estas huelgas por el clima han logrado hitos importantes como la convocatoria del 15 de marzo del 2019, en la que más de 1.400.000 estudiantes de todo el mundo salieran a las calles para protestar por la falta de acción a nivel gubernamental en relación con el cambio climático, que ha repercutido en la realización de más de 2.000 protestas en más de 125 países, siendo Europa el continente con la mayor concentración de este movimiento.

Una de las características de este movimiento, que ha permitido su rápida difusión, ha sido el uso de las redes sociales, especialmente en Facebook y Twitter a través del hashtag #FridaysForFuture, que ha permitido la articulación del movimiento en los diferentes países y de un creciente número de simpatizantes y activistas, así como el apoyo de diferentes ONGs e instituciones que trabajan temas ambientales y contra el cambio climático, además de organizaciones científicas y diversas plataformas que apoyar el movimiento.

Otra característica es la figura de Greta Thunberg, cuya edad, el hecho de ser mujer y poseer el síndrome de Asperger, ha inspirado a millones de niñas y mujeres activistas, que ahora son los líderes de la mayoría de estos movimientos en los diferentes países, como María Serra, representante de las escuelas secundarias en Fridays for Future Barcelona; Luisa Neubauer, la figura principal de Fridays for Future en Alemania; Allie Rougeot, líder del movimiento en Toronto (Canadá); y Anuna De Wever, principal representante de Fridays for Future en Bélgica.

Por otra parte, los devastadores efectos de la recesión económica posterior a la crisis del 2008 en las juventudes del mundo se exacerbaron con la pandemia del Covid-19. Para 2019 el 31% de las mujeres jóvenes y del 14% de los hombres jóvenes en todo el mundo se encontraban sin trabajar o estudiar. En América Latina y El Caribe esta relación era del 14% para los hombres y del 24% para las mujeres jóvenes. Se estima que en los próximos 15 años habrá que crear 600 millones de puestos de trabajo para satisfacer las necesidades de empleo de los jóvenes (Panorama Global Humanitario 2021).

Los efectos de la pandemia en las juventudes se pueden apreciar en los resultados de la Encuesta mundial sobre los jóvenes y la pandemia de la COVID-19, realizada por los socios de la Iniciativa Mundial sobre Empleo Decente para los Jóvenes entre abril y mayo de 2020, la cual arrojó que uno de cada seis jóvenes (el 17%) que estaban trabajando antes del inicio de la pandemia dejaron de trabajar totalmente, en especial los trabajadores de menor edad, de entre 18 y 24 años. Las horas de trabajo de los jóvenes empleados disminuyeron casi una cuarta parte (a saber, un promedio de dos horas al día) y dos de cada cinco jóvenes (el 42%) indicaron una reducción de sus ingresos (OIT, 2020).

La situación de las juventudes en Colombia es igual de grave. De acuerdo con el Estudio de Percepción de Jóvenes noviembre 2020, llevado a cabo por la Universidad del Rosario, Cifras y Conceptos, y El Tiempo Casa Editorial, el desempleo afectó más a los jóvenes entre 18 y 32 años en las ciudades de Barranquilla, San Andrés y Riohacha -en la región Caribe colombiana- con un 39%. En la zona oriental del país, con un 29 por ciento, en las capitales Yopal y Cúcuta. Y con un 27 por ciento en Cali, Tumaco y Pasto, que corresponden a la región Pacífica (Infobae, 2020).

Este desolador panorama para las juventudes de Colombia y el mundo ha sido el detonante de su movilización en el marco de la pandemia del Covid-19, que en el caso colombiano tuvo como antecedente inmediato las protestas de noviembre de 2019, como sucediera en otros países del continente, protagonizados por estudiantes, activistas o miembros de organizaciones juveniles provenientes de las barriadas, la mayoría de ellos sin empleo y sin acceso a la educación, en alianza con movimientos indígenas, campesinos y obreros, que se enfrentaron a gobiernos neoliberales.

Las protestas de las juventudes colombianas iniciadas en el 2019 y fortalecidas en el 2021 coinciden con movimientos que irrumpieron en Argelia, Túnez, Egipto y Cataluña, que tienen, como las demás movilizaciones de la última década, a las redes sociales como el vehículo principal de visibilización, convocatoria y organización, pero a diferencia del movimiento de los indignados del 2011, donde predominó la ocupación de plazas centrales, las más recientes movilizaciones tuvieron como expresión las huelgas, marchas y piquetes, con mayor nivel de profundidad.

Movilizaciones juveniles y acción política

Las movilizaciones juveniles, como las iniciadas en Chile en 2019, pero herederas de la Revolución Pingüina de 2006, han logrado una fuerte vinculación política de los y las jóvenes que han participado, que tiene como principal exponente a Gabriel Boric, candidato de la alianza de izquierdas a la Presidencia de ese país.

Este referente, como el de Podemos en España, surgido del movimiento del 15M en España, sirven como referente para que el movimiento juvenil colombiano avance en su organización y cualificación e irrupción, con más fuerza, en la acción política, rompiendo el histórico nivel de abstención, en el que solo votaron 3 millones de jóvenes votaron en las últimas elecciones, según datos de la Registraduría Nacional (NIMD, 2020).

Por su parte, las movilizaciones juveniles en Colombia han permitido colocar una nueva agenda en la discusión política que se expresa en las diferentes demandas expresadas por los colectivos juveniles en los diferentes territorios, pero se requiere que dicha agenda llegue a los espacios de poder, donde se toman las decisiones claves, en el Congreso y el Ejecutivo.

Así mismo, las movilizaciones del 2021 mostraron que el 84% de los y las jóvenes colombianas entre los 18 y los 32 años, se sentían representadas en el paro nacional como lo reflejó la tercera medición del ‘Estudio de Percepción de Jóvenes’, realizada por la Universidad del Rosario, la Casa Editorial EL TIEMPO y la firma Cifras y Conceptos, publicado en mayo del presente año, además de tener una profunda desconfianza en las instituciones como la Policía Nacional (87%) y en la Presidencia de la República (91%), mientras que expresan mayor confianza en las universidades públicas (58%),las redes sociales (51%), los medios de comunicación independientes (47%) y las universidades privadas (44%).

Estos niveles de desconfianza en las instituciones y de mayor confianza en las universidades son el resultado de la ausencia de políticas públicas que realmente garanticen los derechos y aspiraciones de unas juventudes que cada día ven lejana su plena realización y por el contrario son cada vez más excluidos y estigmatizados y cuando deciden expresar su indignación son reprimidos, perseguidos, heridos y asesinados

Este es el reto del Pacto Histórico, integrar los nuevos liderazgos juveniles del país al proceso transformador que se propone permitiendo que ellos y ellas se expresen y puedan participar y expresarse, a la vez que puedan hacer parte de las listas a Senado y Cámara de Representantes para lograr un cambio en la correlación de fuerzas en el Congreso que posibilite la realización de las reformas que los y las jóvenes requieren para la plena realización de sus derechos, derrotando a las fuerzas de la extrema derecha fascista.

A las juventudes colombiana han sufrido tal nivel de precarización, que le han quitado todo, hasta el miedo y ello los ha impulsado a movilizarse para construir otros mundos posibles y en busca de cambios radicales y duraderos que en verdad los represente.

Notas

Referencias:

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Enríquez Román, J.A. (2019). “Dos experiencias americanas: Occupy Wall Street y Baltimore”. Aposta. Revista de Ciencias Sociales, 80, 129-147, http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/jenrique.pdf

Feixa, C. (2021). Generación blockchain: movimientos juveniles en la era de la web semántica. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 19 (1), 1-20. https://dx.doi.org/10.11600/rlcsnj.19.1.4584

Garzón, E. (2018), Participación política y ciudadana de jóvenes. Registraduría Nacional del Estado Civil; Centro de Estudios en Democracia y Asuntos Electorales (CEDAE), Bogotá D.C. Disponible en: https://www.registraduria.gov.co/IMG/pdf/participacion_politica_y_ciuda…

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Infobae (2021). Las razones por las que los jóvenes son los protagonistas de las marchas en Colombia. Disponible en: https://www.infobae.com/america/colombia/2021/05/18/las-razones-por-las…

Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria, NIMD, (2020) Realidades y Retos de la Participación Política de los Jóvenes en Colombia. Bogotá, D.C. Disponible en: https://colombia.nimd.org/realidades-y-retos-de-la-participacion-politi…

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