Editorial: Sopla el viento del pueblo en las velas del Pacto Histórico

Edición #81

Termina 2021 mientras se calienta el ambiente de las presidenciales del próximo año, que entra en su última fase. Ningún otro hecho sobresale de lejos en este convulso cuadro de la política colombiana como la gran distancia con que Gustavo Petro aventaja a todas las otras candidaturas del debate presidencial. En lo que empezó a denominarse el fenómeno o factor Petro, este barre en las encuestas, llena las plazas con multitudes, no tiene rival en las redes sociales y es innegable que el debate público gira en torno a sus planteamientos o denuncias.

Termina 2021 mientras se calienta el ambiente de las presidenciales del próximo año, que entra en su última fase. Ningún otro hecho sobresale de lejos en este convulso cuadro de la política colombiana como la gran distancia con que Gustavo Petro aventaja a todas las otras candidaturas del debate presidencial. En lo que empezó a denominarse el fenómeno o factor Petro, este barre en las encuestas, llena las plazas con multitudes, no tiene rival en las redes sociales y es innegable que el debate público gira en torno a sus planteamientos o denuncias.

En vivo contraste, en las toldas adversas, las del uribismo, sus más ruidosos círculos difunden furiosas noticias falsas y escarban con febril empeño en la trayectoria pasada y presente del líder del Pacto Histórico, esforzándose sin éxito por encontrar algún punto débil en la campaña de su antagonista. Luego de la muy controvertida elección de Óscar Iván Zuluaga, restallaron voces de protesta porque resultó Miguel Uribe “el que Uribe dijo” para encabezar la lista de Senado de la colectividad extremoderechista. Agrégase el secreto a voces sobre el asiduo cortejo del expresidente Álvaro Uribe a otro candidato de la derecha, Federico Gutiérrez, con todo lo cual el Centro Democrático se ve más desportillado que cohesionado. Incidentes que revelan los aprietos del núcleo dirigente uribista y los afanes del exmandatario de la seguridad democrática y los falsos positivos por hallar una candidatura con el arrastre suficiente, sin lograrlo.

En vano, el uribismo trata de encajar los rudos y sucesivos reveses que han horadado el otrora imbatible prestigio de su caudillo, el señor del Ubérrimo, y amenazan con echarlo del todo por tierra. El retroceso se opera en imparable seguidilla.

En una reñida votación, la Corte Constitucional profirió fallo adverso a la tutela con la cual el jefe de la extrema derecha colombiana pretendía escabullirse del prolongado juicio que se le adelanta por manipulación de testigos.

En nuevo impacto sobre el maltrecho prestigio de Zuluaga, candidato del uribismo, reflotó la revelación sobre reunión de su hijo con funcionario de la Fiscalía en torno al caso de los dineros que la anterior campaña presidencial uribista se dice que recibió del mandamás de Odebrecht.

A pesar de que el gobierno Duque puede describirse como una interminable sucesión de escándalos, el de Centros Poblados, acaecido por la incuria de la titular del ministerio de Comunicaciones, desató con intensidad inusitada la indignación nacional y ocasionó la caída y posterior huida de la exministra Abudinen.

Con estupor y completo repudio, el país sigue enterándose de las espantosas revelaciones sobre los “falsos positivos” que prosiguen en la JEP, refutando la fábula de unas cuantas “manzanas podridas” y evidenciando los miles de crímenes a sangre fría como una sistemática y permanente política del gobierno de Uribe. Al tiempo, continúan los asesinatos de líderes sociales, exguerrilleros de las Farc acogidos al proceso de paz, e integrantes de la oposición, sin que se olviden las matanzas y graves lesiones contra centenares de muchachos y muchachas durante el paro estallado en abril, y ahora las detenciones y judicialización de numerosos jóvenes acusados de pertenecer a la primera línea de la conocida rebelión juvenil.

En cuanto al resto de la derecha, no le va mucho mejor. El liberalismo oficialista, bajo la batuta de César Gaviria, busca con denuedo el acuerdo con el clan Char, la rosca mayúscula de la Región Caribe, que le asegure una pingüe tajada en un eventual gobierno continuista, sobre la base de la candidatura presidencial del exalcalde de Barranquilla. Las fracciones de la derecha colombiana cifran su buen suceso electoral en la competencia que adelantan por sumar a sus huestes el mayor numero de los gamonalatos regionales con que estos clanes monopolizan los poderes territoriales en Colombia.

El centro político, sin poder arrancar, se debate en medio de sus propias contradicciones e inconsecuencias. Todo por una injustificable y absurda política obcecada en excluir a Gustavo Petro y a la izquierda. En pleno derrumbe, como había sido vaticinado, la política excluyente del Verde; rápido desinfle, no obstante la ruidosa operación mediática que la lanzó, el de la candidatura de Alejandro Gaviria; en dificultades la de Fajardo por el ventajoso manejo del establecimiento duquista-uribista sobre el proceso de Hidroituango; los Galanes delfines, sin atinar a revivir el legado paterno y echándose en contra la vieja guardia del liberalismo galanista; por su parte, De la Calle y Cristo, a quienes aplaudió Colombia por su contribución al Acuerdo de Paz con las Farc, ahora deslucen desorientados y plegados a la contracorriente atravesada a la necesaria unidad de toda la democracia colombiana. Y Robledo, luego de renegar del legado del Moir y de desertar de la izquierda, muy afanado por su reconocimiento por parte del establecimiento, cada vez más derechista, sigue de puntal de la más obtusa política divisionista que sólo favorece a los enemigos del pueblo.

Tan compleja situación política se da cuando, lejos de haberse dejado atrás la crisis económica y social, profundizada por el ramalazo global del covid-19, ahora se percibe la cercanía de un acentuamiento de todos sus males. Se anuncia y empieza a incrementarse una nueva oleada por nuevas cepas del fatídico virus, un próximo pico de la pandemia, cuando la economía no supera −no obstante las engañosas cifras oficiales− el estado de postración, sin que el desempleo baje de los dos dígitos ni dejen de seguir trepándose los precios de los alimentos, todo lo cual conlleva un visible aumento de las penurias y la pobreza del pueblo.

En el angustioso cuadro de la situación colombiana en el cual todos sus males tienden a exacerbarse, el Pacto Histórico emerge con cada día que pasa como la posibilidad real con mayor opción de conquistar el gobierno y emprender con un gran respaldo popular una era de grandes transformaciones para el país. En ese contexto, las elecciones de Congreso adquirirán en esta ocasión grande alcance porque con una nutrida bancada de la democracia podrá impedirse el bloqueo a las iniciativas de reformas progresivas del nuevo gobierno. A ese cometido están dedicadas todas las energías del PTC, para conseguir la elección de nuestro compañero Edwin Palma en la lista de Senado del Pacto Histórico, al igual que de la compañera Consuelo Ahumada para la misma corporación, y de nuestro compañero Francisco Castañeda en la lista de Cámara por Bogotá por la misma gran coalición progresista. Lo propio cabe reafirmar de nuestros compañeros y compañeras, amigos y amigas, en las mismas listas de Cámara en todo el país.

La algazara registrada en el Pacto Histórico alrededor de las noticias sobre el exgobernador de Antioquia, Luis Pérez, quizá habría sido evitada con una manera distinta, convocante y más ágil, de los voceros de las distintas fuerzas integrantes, por parte del líder de la gran coalición. Pero el incidente constituye en realidad un motivo y una oportunidad para profundizar en una de las propuestas de Gustavo Petro a la que quizá se haya prestado menor atención pero que hoy reviste una tremenda actualidad.

Trátase de la referida al ofrecimiento a la extrema derecha del país y en especial a su jefe, Álvaro Uribe Vélez, de llegar a una salida de la compleja situación de Colombia mediante un pacto con el bando de la democracia. Pacto alrededor de los tres asuntos clave de la misma: la adopción de una medida en dirección a la solución del problema agrario, mediante altos impuestos sobre los grandes latifundios improductivos para disuadir a sus dueños a incorporarlos a la producción; la civilización plena de la contienda política, traducida en la consecución de una paz completa, la desmovilización de las distintas agrupaciones armadas ilegales, y el cese de los asesinatos de líderes sociales, exmiembros de las Farc, militantes de la oposición y de jóvenes y otras personas movilizados en la protesta social; y las transformaciones económico-sociales y políticas derivadas del desmonte del actual modelo neoliberal y su reemplazo por uno de industrialización nacional basado principalmente en la producción del país y el crecimiento del mercado interior colombiano. Un pacto tal ahorraría al país los horrores de la violencia hoy de nuevo in crescendo, y evitaría inmensos sacrificios en vidas humanas y sufrimientos sin cuento, pero supone que las fuerzas de derecha muestren disposición a negociarlo. Acaso la iniciativa de Luis Pérez, descartada por la repulsa del cacique liberal César Gaviria, manifieste un síntoma de que, en esa dirección, se desgajan segmentos del núcleo del poder vigente opuesto a la paz y al progreso económico y social.

Colombia experimenta una situación paradojal: cuando por primera vez se reúne la fuerza suficiente que abre la opción real de que un nuevo gobierno, genuinamente democrático, rija a Colombia, de modo simultáneo, por ello mismo, toda una secuencia de hechos −por ejemplo, derogar con un mico en la ley del presupuesto la ley de garantías, expedir ley que amordaza toda crítica a funcionarios del alto gobierno− muestra que se incrementa por parte del uribismo en el poder la tendencia a un desenlace no institucional, por fuera del Estado de derecho, sea “blando” mediante el estado de conmoción interior, o abiertamente con una salida de fuerza, con todos sus horrores. Toca arreciar la denuncia contra esta abierta tendencia fascista del régimen uribista, mantener y acentuar el programa del pacto Histórico en el centro del debate público, redoblar los esfuerzos por acercar más sectores democráticos, incluyendo al centro político y elementos civilistas del establecimiento, y prestar atención a organizar mejor las fuerzas de la gran coalición.

9 de diciembre de 2021

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