Una evocación necesaria cuando amenaza el viento de derecha en el mundo. El poeta de los Heraldos negros muere de soledad y tristeza
Arturo Neira Gómez
Psicólogo, autor del libro de poesía y memoria En la Noche: Desarraigo, Calandayma y otros textos, Colibrí Ediciones 2014, columnista de la revista virtual Nueva Gaceta.
Rindamos una y otra vez tributo de admiración al poeta de los Andes y la fraternidad, intentando escuchar su voz.
César Vallejo muere en París el 15 de abril de 1938 de soledad y tristeza. Pero ¿por qué surge esta afirmación al evocar su memoria? En 1936, dos años antes de su deceso, había sido inmolado Federico García Lorca en Granada. Con el crimen y exilio de artistas y demócratas, y la muerte posterior en la cárcel del poeta Miguel Hernández, Franco y los falangistas durante la Guerra Civil Española y la dictadura, creyeron asesinar lo que significaba para la vida, en sentido pleno, la literatura, la música, la dramaturgia y las artes plásticas. En este contexto convulso, de despotismo, de expansión del fascismo y el nazismo por Europa, prácticamente en los albores de la Segunda Guerra Mundial, se apagó la vida de César Vallejo a la edad de 46 años. Era tal la sensibilidad del escritor de Poemas humanos y España aparta de mí este cáliz, entre otros libros, que no pudo soportar la ignominia y la caída de la República Española. Sus últimas palabras fueron: “Llévenme a España”. “Quiero ir a España”. A propósito, traemos el siguiente fragmento de un ensayo escrito por Ángel Gaviria Ruiz (Santiago de Chuco, Perú, 1953):
“España, aparta de mí este cáliz es el documento palpitante, casi ensangrentado, de lo que significó para Vallejo la guerra civil española. Neruda también escribió sobre esta guerra; pero, al decir de Luis Alberto Sánchez, España en el corazón es el producto de un poeta que siente a la guerra desde el balcón; Vallejo, dice Sánchez, escribe como si fuera actor de la misma, un combatiente más de la trinchera. Y en este poemario, que para un poeta de la sensibilidad de Vallejo era casi un diario de batalla, aparece Masa, como el campo en donde un combatiente muerto es literalmente disputado por el mundo y la muerte. La muerte ya casi ha concluido su trabajo si no fuera porque los hombres insisten necia e insensatamente; pero el mundo no se resigna y cree que es capaz de devolverle la vida al combatiente muerto. Es la batalla perdida, victoriosa. Es la victoria arrancada al imposible gracias a la solidaridad del mundo”.
Sobre su vida y obra mucho se ha escrito. Poeta universal por su permanencia y extensión en el tiempo y el espacio. ¿Quién se atreve a negar su vigencia para el mundo y para Colombia? Guerras, golpes de Estado, despojos, traiciones y flagrante violación de la dignidad humana y de los derechos de la naturaleza; cuando el poder, la tergiversación mediática de la verdad y de la historia, la intimidación y la muerte se ciernen sobre los gobiernos progresistas y sus líderes, sobre los pueblos, los activistas sociales y ambientales y los defensores de los derechos humanos.
Pero mejor leamos su obra iniciando por sus poemas Piedra negra sobre una piedra blanca (“Me moriré en París con aguacero / un día del cual tengo ya el recuerdo /…), Masa (“Al fin de la batalla, / y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre / y le dijo: “No mueras, te amo tanto! /…”), Heces (“Esta tarde llueve, como nunca; y no / tengo ganas de vivir, corazón. /…”), Los heraldos negros (“Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios;…/”), A mi hermano Miguel (“Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa, / donde nos haces una falta sin fondo!”)…; intentemos escuchar su voz; y dejemos que cada quién…
Piedra negra sobre una piedra blanca
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro–
Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
También con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
Masa
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “¡No mueras, te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
“¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: “¡Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
Heces
Esta tarde llueve, como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.
Esta tarde es dulce. ¿Por qué no ha de ser?
Viste de gracia y pena; viste de mujer.
Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloque de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su "¡No seas así!"
Mis violentas flores negras; y la bárbara
y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con óleos quemantes el punto final.
Por eso esta tarde, como nunca, voy
con este búho, con este corazón.
Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.
Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!
Los heraldos negros
Qui pótest cápere capiat (El Evangelio)
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
A mi hermano Miguel
In memoriam
Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
¡donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: “Pero, hijos…”
Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después te ocultas tú, y no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.
Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.
Oye, hermano, no tardes
en salir. ¿Bueno? Puede inquietarse mamá.
Referencias
http://asociaciontotora.blogspot.com.co/2010/11/el-poema-masa-en-un-aniversario-mas-de.html
Heces - Poemas de César Vallejo http://www.poemas-del-alma.com/heces.htm#ixzz4KvIno8rY
https://www.youtube.com/watch?v=gIsO6d7JEw4
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/sanchez_lihon_danilo/dia_que_se_escribio_masa.htm
http://chungoybatann.blogspot.com.co/2015/07/ciro-alegria-cuenta-como-era-vallejo.html