Pies descalzos (III). CAMPO ADENTRO

 
Los descalzos de los setentas y los ochenta llegaron a convivir con el pueblo en muchos lugares apartados del país. 

Repasando una experiencia invaluable del trabajo político en el campo

Alberto Herrera

Director de La Bagatela

La actividad política desempeñada por los jóvenes que salieron de las ciudades para vincularse con pequeños núcleos partidarios existente en algunas ciudades intermedias, fue evaluada como positiva y conveniente para el desarrollo del Partido. En el balance hecho a mediados de 1974 se decidió profundizar esta decisión, que se llegara más lejos y se diera definitivamente el salto al campo. El descontento de la población y el ímpetu de las luchas campesinas por la tierra en la época, constituían un propicio escenario para poner a prueba no solo la posición ideológica acumulada y consolidada con el paso de los años, sino para extender la influencia partidaria y medir la capacidad de adaptarse a un terreno agreste con condiciones desconocidas hasta ese momento.

El trabajo previo permitió conseguir algunos simpatizantes con la causa. Fueron hombres y mujeres, luchadores de mente abierta y espíritu combativo, decepcionados de las promesas de bienestar hechas por la política tradicional y nunca cumplidas, y con ánimo de romper la postración de la producción agropecuaria y la amplia miseria campesina. Para ellos la presencia de un partido revolucionario, que cuestionaba la coalición burgués terrateniente y la concentración de la propiedad de la tierra, abría una ventana a la cual podían asomarse.

Curso de aprendizaje

Adaptarse a las características geográficas y poblacionales del campo fue un proceso, un aprendizaje. La distancia entre las veredas era considerable, las vías no pasaban de ser trochas que casi siempre se recorrían a pie. Los desplazamientos por agua eran costosos y escazas las embarcaciones. A medida que se penetraba a lo profundo del campo, las viviendas eran más distantes entre ellas. No sobra recordar que las comunicaciones en esa época no gozaban del gran desarrollo actual; para hacer una llamada telefónica tocaba viajar hasta dos días a una cabecera municipal y tener la fortuna de que la red de Telecom funcionara.

La actividad de los campesinos es variada y diversa; para conseguir la comida diaria de la familia les toca “ganarse el día”, jornaleando, pescando, aserrando, mineando, etc. También se ocupan en los cultivos, mejoran la vivienda o cuidan sus animales. Encontrarlos y tomar parte de su tiempo para entablar un diálogo era un logro. Sin embargo los descalzos éramos bien recibidos. En la medida de lo posible tratamos de llegar, por lo menos la primera vez, con la persona conocida quien nos presentaba y facilitaba el intercambio.

Los descalzos no tardaron en comprender que se podrían emprender actividades conjuntas con la población para dar la lucha contra el aislamiento, la miseria, la incredulidad y el atraso. La educación y la salud eran precarias, se carencia de elementos tan esenciales como los servicios públicos, sin acueducto ni fluido eléctrico; había mucho por hacer. Las iniciativas variaron de acuerdo a las características de los distintos sitios regados por toda Colombia adonde se llegó, eso sí, siempre buscaban el bienestar de la mayoría.

La organización campesina: herramienta indispensable

Comprendiendo las diferencias con la vida citadina, se lanzó la propuesta de crear organizaciones campesinas, que fue bien recibida, a pesar de que el Estado las había promovido en distintos períodos y sitios, pero se disolvían por su poca efectividad y el incumplimiento de las promesas hechas. Esta nueva organización era independiente del Estado y de los partidos tradicionales y buscaba solución a la necesidad más apremiante del campesinado en cada región.

En muchas zonas la falta de tierra para trabajar se constituyó en el objetivo principal. Las ligas campesinas conformadas, participaron en tomas de tierras inoficiosas de latifundistas, que albergaron cientos de familias, especialmente en la costa Caribe. Algunas de ellas se adelantaron en conjunto con otras organizaciones; unas se consolidaron y subsisten, otras fueron desalojadas violentamente.

También se impulsaron brigadas médicas que llegaron donde un profesional de la salud no había pisado. En coordinación con las ligas se programaban las citas y se adecuaba el consultorio, llegaron médicos que venían de los centros, se daba prelación a los más enfermos, a los niños y a los ancianos, nunca se dejó de atender a nadie, se dieron charlas de salud y se mejoraron las condiciones sanitarias. Se establecieron relaciones con los teguas y se les dio capacitación médica. Los descalzos adquirieron conocimientos básicos de medicina y en repetidas ocasiones atendieron urgencias. Se dispuso de suero antiofídico que salvó muchas vidas, se promovieron jornadas de vacunación y a los pacientes con necesidades médicas más complicadas se les facilitó la llegada a centros hospitalarios.

La cultura y la recreación eran muy limitadas, cuando no inexistentes.No contaban con ningún patrocinio y muy poco se hacía en estas materias, salvo esporádicas iniciativas de estudiantes o de pequeños grupos. La llegada de los descalzos significó un aliento básico a estas actividades: algunos fueron maestros, se promovió la lectura, se crearon bibliotecas que recorrían caminos, ríos, caños y ciénagas en una embarcación que permanentemente navegaba. Se fundaron publicaciones que alcanzaron una cobertura regional; una de ellas, “El Pequeño Periódico” tocó temas culturales y de interés general, tuvo asiduos lectores en Magangué y todo el sur de Bolívar. Se llevaron presentaciones teatrales; “El inquilino de la ira” obra emblemática del Teatro Libre de Bogotá recorrió los campos de mano de los descalzos. También se promovieron encuentros deportivos en distintas disciplinas.

Para atender esta actividad organizativa que fue creciendo y extendiéndose por toda la geografía nacional, se requirió la presencia de más de un millar de descalzos. El Partido ya había impartido la directriz de promover la descalzada en todas partes y a todo nivel. El primer punto del orden del día de las reuniones partidarias buscaba engrosar la lista de descalzos y de acuerdo a las necesidades regionales, se facilitaba el desplazamiento de quienes tomaban la decisión. De los centros urbanos salieron ahora no solo jóvenes, se unieron trabajadores, profesionales, técnicos que cubrieron zonas estratégicas del mapa nacional.

Los avances y logros políticos también aparecieron y se abrió una posibilidad de conformar nuevas formas organizativas, temas que serán ilustradas en próximas crónicas.

Se llegó lejos

Para comprender mejor el alcance de la política de pies descalzos, es conveniente precisar las zonas escogidas para su implementación.

  • Costa Caribe. Inicialmente se llegó a poblaciones intermedias de los departamentos costeros. Entre ellas se cuentan Maicao, Fundación, Aracataca, Ciénaga, El Banco, Plato, Repelón, Codazzi, Aguachica, Chiriguaná, San Juan Nepomuceno, El Guamo, Calamar, El Carmen de Bolívar, Magangué, Mompox, Cicuco, Corozal, Sahagún, Ciénaga de Oro y Cereté entre otras. Desde allí se avanzó hacia el campo. Se destacó la incursión al sur de Bolívar y Sucre, abarcando La Mojana y la serranía de San Lucas a donde se entró por los puertos sobre el rio Magdalena: Barrancabermeja, El Banco y Magangué, y se remontó el Cauca. El área de influencia se amplió a pequeños municipios y caseríos, San Pablo, Morales, Arenal, Pinillos, Tiquisio, Achí, Montecristo, Majagual, Sucre y Guaranda, y se unió al trabajo adelantado en la zona minera del norte de Antioquia en Bagre y Segovia. Este bloque geográfico fue uno de los puntos de mayor desarrollo de los pies descalzos y será centro de las experiencias por narrar en estas crónicas.
  • Costa Pacífica y sur de Colombia. Cali fue el epicentro, desde allí se llegó a la zona azucarera con especial interés en los trabajadores de esa industria. En la costa se alcanzó a Buenaventura y Tumaco. Hacia el sur se situaron cuadros en Popayán y Pasto, que a su vez se extendieron a otros municipios desde Santander de Quilichao hasta Ipiales. Este trabajo previo permitió abordar el Macizo Colombiano, punto estratégico de la geografía con un contingente de descalzos que se trepó a la cordillera y realizó una épica labor política y organizativa.
  • La zona cafetera fue otro objetivo de los descalzos, su actividad se inició en Caldas, Risaralda, Quindío y Antioquia, formando una organización independiente de cultivadores que se extendería a otros departamentos.
  • El Magdalena Medio con epicentro en el eje La Dorada, Puerto Boyacá, Puerto Triunfo y Puerto Berrio se constituyó en un ejemplo del avance del Partido en el campo. Allí se sufrieron los primeros golpes a los descalzos cuando la época del narcotráfico y el surgimiento del paramilitarismo.
  • Los trabajadores del banano de Urabá también fueron cobijados por la política de los pies descalzos, así como las poblaciones de Apartadó, Turbo, Necoclí y Carepa.
  • La incursión a Norte de Santander (Ocaña) se conjugó con la llegada al departamento de Arauca y dio pie para extenderse hacia los Llanos. Conjuntamente con el trabajo del Cesar, se penetró en la serranía del Perijá.
  • Los Llanos Orientales albergaron un grupo de descalzos que extendieron su influencia desde Yopal y Villavicencio.
  • En el Caquetá y Putumayo también aparecieron pioneros del Partido.

Los descalzos actuaron a la luz del día

El equipaje de los recién llegados era sencillo: un maletín de mano con un par de mudas de ropa, utensilios de higiene, una linterna, un libro, una libreta y el bolígrafo. Llegaban a vincularse a la vida cotidiana de las masas. Venían a quedarse y debían tener la disposición de aprender, respetar y asimilar las costumbres de la región, sobreponerse a las dificultades y conquistar el corazón de la población. Tuvieron que ganarse la vida en labores nunca practicadas, las gentes fueron sus instructores y con mente abierta se desempeñaron en múltiples oficios: fueron docentes, enfermeros, cultivadores, pescadores, chaluperos, arrieros, mineros, criadores de animales, echaron machete y prepararon alimentos. Fueron las actividades de las organizaciones, cuando ya existían, una labor permanente que acabo de enraizarlos. A medida que conocieron su labor y su actitud, se fueron haciendo necesarios e imprescindibles y así fuera con un tinto, terminaron siendo acogidos.

La actividad de los descalzos se realizó abierta y democráticamente y su comportamiento, más allá de promover un debate político franco y enriquecedor, tuvo sus detractores y fue fustigada y perseguida permanentemente por los agentes del orden y los gamonales. El discurso político y la actividad organizativa llegaron a ser ampliamente conocidas por la población, y así no las compartieran, nadie fue ajeno a ellas. Si alguna autoridad o individuo tuvo en algún momento dudas sobre el carácter de la organización política y el trabajo adelantado, fue la presencia diaria y constante, por más de una década de los descalzos, la que disipó cualquier interrogante. Sucedió al contrario, trece años después, nos tocó salir con las manos limpias, sin garantías ni protección cargando algunos compañeros muertos.

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