Y no lo olviden: el fascismo no se tolera, se combate.

gaza

En reciente edición de la Revista Cambio la columnista Ana Bejarano conversó con el director de la comunidad judía en Colombia, Marco Peckel. Edwin Palma, ministro de Minas y energía, en carta a la columnista responde a las críticas hechas en la conversación dirigidas al presidente Gustavo Petro por su postura frente al conflicto en Gaza, defendiendo su denuncia del genocidio palestino como un deber moral y no como antisemitismo. Rechaza la confusión entre identidad religiosa y posición política, señalando que esta solo protege a los perpetradores. Critica la hipocresía de sectores colombianos que ignoraron las denuncias cuando provenían del Sur Global, pero las validan al ser repetidas por potencias occidentales. Palma condena el uso simbólico del sufrimiento palestino en contextos de vanagloria política, subrayando la necesidad de coherencia ética en momentos de horror. Reivindica el papel del gobierno colombiano al denunciar el genocidio ante organismos internacionales y destaca que muchas voces judías también se oponen a los crímenes en Gaza. Reitera su rechazo al antisemitismo y concluye con un llamado a combatir el fascismo y a estar del lado correcto de la historia.

Por Edwin Palma Egea

Ministro de Minas y Energía
Edwin

Ana querida, criticar a quien justifica o blanquea un genocidio como lo ha hecho sistemáticamente el señor Peckel no es antisemitismo, es un deber moral y confundir identidad religiosa con posición política solo protege al verdugo y desacredita a quien se atreve a denunciarlo. 

Nuestra posición no nació por una foto, ni por usted, nació por algo mucho más grave: durante meses, buena parte de la prensa y la clase política colombiana ridiculizó la denuncia del genocidio en Gaza, solo porque la hizo un presidente del Sur Global. Hoy, cuando París o Londres lo dicen, muchos despiertan, pero no por las víctimas, sino porque lo validaron los blancos.

Usted acusa al presidente @petrogustavo de “usar” a Palestina, como si los miles de niños mutilados, quemados, enterrados vivos entre ruinas, fueran muñecos sin historia, como si el dolor de una madre palestina fuese apenas un elemento retórico útil para la política local. No se trata de un juicio personal ni de silenciar voces, lo que se señaló con razón no fue la conversación, sino la contradicción de exhibirla con orgullo junto a quien niega y promueve el genocidio, en un contexto tan doloroso, eso no pasa como un gesto neutro. 

Quienes tienen los micrófonos, llegada y tribuna pública tienen también una responsabilidad: la de no diluir el horror, ni desviar el foco del sufrimiento hacia el ego. La crítica no es persecución, es una forma legítima de exigir coherencia cuando hay vidas en juego. Palestina es una herida abierta y mientras algunos se sentaban a conversar con promotores del genocidio, otros rompían relaciones diplomáticas, hablaban ante la ONU, acudían a la Corte Internacional y denunciaban lo que muchos ahora apenas empiezan a admitir. 

No es acusación lo que se le hace, es una bienvenida al lado correcto de la historia. Ojalá esta vez no haga falta que lo diga París para que Bogotá escuche. 

Y por claridad: rechazo todo antisemitismo, lo que enfrento es el negacionismo. Y sé, con respeto y certeza, que hay miles de voces judías amigos incluso que hoy se rebelan contra este genocidio. Su ética también nos acompaña. 

Y no lo olviden: el fascismo no se tolera, se combate.

Colabora con La Bagatela
Comparte en tus redes sociales