La Venezuela de hoy sufre lo que la Guatemala de ayer

Por Pablo Sigüenza Ramírez

Tomado de www.alainet.org/

Desde hace veinte años se siente el peso de una maquinaria propagandística esparcida y en convulso movimiento por todo el planeta en contra del proceso revolucionario en Venezuela. Una impresionante campaña de generación de mensajes y noticias para convencer a la opinión pública de que no hay otra salida más que invadir al país sudamericano. Campaña mediática global que acompaña al embargo económico contra el pueblo venezolano y prepara el terreno de los imaginarios sociales para justificar ataques actuales y posteriores.

Difusión de mensajes de una envergadura tal a la que se produjo contra Irak y contra Siria en su momento, previo a la invasión militar imperial.

Se crean noticias falsas y tendenciosas, pero también se generan las condiciones reales y concretas para que el telón mediático se vuelva creíble. Hay desabastecimiento de insumos pero porque hay bloqueo económico. Lo primero se publicita a más no poder, lo segundo se esconde con malicia. En un puesto del Mercado Central en ciudad de Guatemala, el titular del telenoticiero anuncia carestía en Venezuela, un niño pregunta a su madre sobre el tema y ella contesta, sin mayor detalle, que hay crisis en Venezuela. Mientras su mamá comparte con él un vaso de atol pues no les alcanza para comprar dos, el pequeño comenta con alivio: ¡qué bueno que no vivimos en Venezuela!

Por supuesto que se pueden criticar, desde fuera, varios de los elementos de las políticas públicas del gobierno del presidente venezolano, Nicolás Maduro, pero entender a la Venezuela de hoy y el conflicto que enfrenta, es comprender el devenir social durante las dos décadas de revolución. Tiempo en el que la utilización y aprovechamiento de los recursos naturales de aquellos territorios, especialmente la explotación de petróleo y los beneficios del trabajo del pueblo venezolano están puestos a favor de la gente y no del capital transnacional y la rancia oligarquía venezolana.

La historia se repite cuando la violencia de la expansión capitalista encuentra obstáculos originados en procesos de soberanía y liberación popular. La Venezuela de hoy sufre lo que la Guatemala de ayer. Guatemala fue, en otros tiempos, estandarte de la libertad y la dignidad en América.

La Revolución de Octubre de 1944 impulsó un nuevo orden en la sociedad guatemalteca. Las acciones gubernamentales durante los mandatos de Juan José Arévalo Bermejo y Jacobo Árbenz Guzmán intentaron crear una institucionalidad fuerte a favor de todos los ciudadanos del país, afectando los privilegios de los sectores históricos de poder, incluidos los intereses de empresas transnacionales detentoras de monopolios y que tenían una fuerte influencia en la política gubernamental antes de la Revolución de Octubre.

Como menciona el canciller guatemalteco de aquella época, Guillermo Toriello, en su libro La Batalla de Guatemala, desde Estados Unidos se impulsó una fuerte campaña mediática para «crear una falsa imagen de la Guatemala revolucionaria y democrática». En esos años se acusó a Guatemala de ser territorio de avanzada del comunismo internacional en América, un peligro para la seguridad del continente y de los intereses norteamericanos en la región. Muy parecido a lo que sucede hoy con Venezuela. Una campaña que con mentiras justificó la invasión al país en 1954.

Según describe el Canciller de la Dignidad, en Guatemala existió «un genuino movimiento democrático de tipo nacionalista, de tendencia moderna, que necesariamente tenía que perseguir la liberación económica del país aun cuando tuviera que chocar con la formidable estructura superestatal de los monopolios extranjeros».

Lo que sucedió en el 54 con la invasión norteamericana a Guatemala es una de las fuentes añejas de donde aún supura el fracaso de Guatemala como intento de país. Las reformas de Árbenz y Arévalo, incluida la agraria, intentaron corregir el rumbo de desigualdad con que se había fundado y construido la tentativa guatemalteca, aún vigente pero moribunda. En Venezuela, desde 1999, se produce un proceso de transformación social que busca profundizar la democracia y desaparecer los privilegios históricos y la explotación a la clase trabajadora.

Con toda la suciedad propagandística generada desde los centros de poder económico, político y militar del orden mundial y reproducida por las agencias de noticias de forma oficiosa, por cientos de miles de usuarios de redes sociales sin un criterio propio y por una industria musical mercenaria, contra el proceso de cambio social en Venezuela, podemos imaginarnos la magnitud del ataque mediático contra el gobierno de Guatemala en los primeros años de la década de los cincuenta del siglo pasado.

Por la memoria de Arévalo y de Árbenz, por la primavera revolucionaria guatemalteca y por la libre determinación del pueblo venezolano, no reproduzcamos ataques contra la Venezuela democrática; por los valores de libertad y dignidad, entendamos y exijamos el criterio de no intervención y cultivemos una visión crítica sobre el destino de nuestros pueblos. Fuera el intervencionismo imperial de Venezuela y de toda la Patria Grande.

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