La robotización: condición material del socialismo, incertidumbre para el capitalismo (II)

Edmundo Zárate

Phd en Economía / profesor universitario

Desde que el hombre hizo la primera herramienta, el objetivo fue beneficiar al mismo hombre, hacer menos arduo el trabajo, con la evidente finalidad de tener más tiempo libre para gozar de los bienes producidos. Cuando se crearon máquinas y se usaron nuevas formas de energía, se dio un salto aún mayor. Pero en todos estos avances seguía siendo necesario el trabajo del hombre junto a la máquina y ello condujo, en el capitalismo, a mayor esclavitud y explotación del hombre, a través de la misma máquina.

Hoy la sociedad presencia un nuevo avance, el de las máquinas inteligentes capaces de autoprogramar su actividad para producir bienes y servicios. Ya no es ciencia ficción suponer máquinas que hacen máquinas, como empieza a observarse en los adelantos de la biotecnología. Es “el fin del trabajo”, según el apropiado título de un libro de Jeremy Rifkin de 1995.

Pero lo que debería servir para la liberación de la humanidad y permitirles a los individuos su desarrollo, se ha convertido en una maldición para casi todos los habitantes del planeta.

La robotización riñe con las ganancias del capitalismo

Para entender por qué lo que prometía ser un alivio se ha trocado en mayor opresión, no hay que perder de vista la esencia del capitalismo: la fuente de la ganancia no es el capital sino el trabajo de los obreros; el objeto de la producción no es satisfacer necesidades de la población sino vender, o dicho de otra manera, la ganancia no se materializa cuando se usa el bien sino cuando se vende y, finalmente, no puede haber planeación social de la producción pues ello contraría el derecho de los propietarios a hacer lo que les plazca con su riqueza.

Como se advirtió en anterior entrega, el hecho de que máquinas y robots desplacen trabajadores es un problema para el capitalismo porque, aunque se producen mayores cantidades de mercancías, a la vez hay menor cantidad de trabajadores, es decir, de personas que reciban un salario. Es decir, hay menor demanda, agravada por el hecho de que quienes conservan su empleo reciben cada vez menor salario.

Durante buena parte del siglo XX el capitalismo contrarrestó la caída del salario de la población creando puestos en agencias del Estado y abaratando el costo de la canasta básica ofreciendo salud, educación y pensiones subsidiadas, de manera que a los trabajadores les quedaba libre una parte mayor de su salario para comprar las mercancías. Para ello aumentaron los impuestos a los capitalistas. Fue la “medicina keynesiana”.

Pero, como se puede constatar, al neoliberalismo no le sirve esa solución y en las últimas décadas desmontó ese Estado de bienestar y redujo los impuestos a los capitalistas.

La velocidad del cambio

Hoy hay muy pocas actividades que requieran ineludiblemente mano de obra, pues buena parte de la producción puede hacerse con robots. La velocidad con la que ocurre el reemplazo de obreros está determinada por dos variables: La primera, el costo comparativo de los robots y el de los salarios, y el resultado en unidades producidas. A medida que sean más eficientes y baratos los robots, habrá mayor reemplazo de trabajadores.

Por ejemplo, el tractor arroja mayor productividad que muchos hombres arando con bueyes, pero en buena parte del mundo aún se usan estos arados antiguos (lo que no significa que su contribución a la producción total sea alta) por el mayor precio de los tractores comparado con el de los salarios y animales a los que reemplazaría.

Es decir, el no uso de robots depende de que los salarios sean bajos y sigan cayendo. En esta perspectiva tiene lógica capitalista la afirmación de las cadenas gringas de comida rápida de que subir el salario de 7 a 15 dólares aumenta el desempleo, pues con bajos salarios no es rentable usar robots.

La tendencia al uso de robots se acentuó luego de la crisis económica de 2008, pues solo sobrevivieron quienes tenían la mayor productividad y pagaban los más bajos salarios. Cada crisis arroja a la calle a millones de obreros, que difícilmente conseguirán un nuevo empleo. A medida que se reactivó la economía los competidores tuvieron que equiparse de más robots, como se observa en la gráfica.

Gráfica. Venta anual de robots industriales (en miles de unidades)

Fuente: Executive Summary World Robotics 2016 Industrial Robots.

La segunda variable es el desarrollo de la tecnología para producir robots. Hoy todavía no los hay suficientemente buenos para actividades que impliquen creatividad, empatía, persuasión o toma de decisiones complejas, al igual que para algunas tareas que requieren cierto nivel de habilidad sensomotora, como el cuidado de enfermos [1]. Sobre este aspecto volveremos en próxima entrega.

Efectos de la robotización

En la sociedad capitalista la opción de la clase obrera es cada vez más visible, pero requiere de organizaciones sindicales y partidos de los trabajadores fuertes: disminución de la jornada laboral sin que ello afecte el salario, lo que implica que la ganancia de los patronos disminuya. Medidas como abogar por mayor capacitación en las empresas para que los trabajadores sobrantes puedan desempeñarse en otros roles son apenas paños de agua tibia cuyo efecto es muy reducido.

Por su lado la burguesía tiene cada vez menor margen de maniobra. Si hace un siglo y medio la solución para la superproducción fue la globalización de los mercados (con cierres temporales como el de las dos guerras mundiales), y en el último medio siglo la producción con maquilas, hoy esa solución está casi agotada. En efecto, las fábricas desplazadas al mundo atrasado en busca de salarios bajos (maquilas) empiezan a devolverse a los países desarrollados, para ahora usar robots. Un notorio ejemplo fue el cierre de las fábricas de Adidas en China para reabrirlas en Alemania, pero también lo están haciendo Whirlpool, Caterpillar y Ford Motor Company de Estados Unidos.

Esa nueva relocalización incrementa el desempleo en los países atrasados, no crea empleos en las potencias y sí les da alas a los llamados a construir muros para separar los países.

El resultado neto es que el número de obreros vinculados a la producción en todo el mundo se ha reducido y en cambio aparecen formas de pauperismo, autosubsistencia e informalidad que, para lo que interesa al capitalismo, no garantizan demanda para todo lo que se produce en los cada vez más sofisticados centros manufactureros de Corea del Sur, China o Alemania y Estados Unidos.

[1] The impact of robots on productivity, employment and jobs. A positioning paper by the International Federation of Robotics, April 2017. Disponible en https://ifr.org/ifr-press-releases/news/position-paper. En ese sitio hay abundante información sobre el tema de los robots.

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