Duque: Ni libre ni independiente y mucho menos novedoso

Por Alberto Herrera
Director de La Bagatela

Ni los esfuerzos informativos de los medios, ni las ingenuas declaraciones de Duque podrán convencer a los colombianos de dos falacias: que el nuevo presidente es una concepción renovada de las costumbres políticas del país, y que no depende de Uribe para ejercer su gobierno.

Ya se insistía desde antes del 17 de junio cuando las elecciones presidenciales: en caso de ganar Duque, el país sería gobernado por la coalición de derecha más retrógrada y descompuesta de los últimos 60 años, con Uribe jefe de ella.

Si bien la derecha se unió presurosa alrededor de un “líder” sin trayectoria propia, no tardarán en aflorar las disputas y los reclamos entre ellos. Las viejas heridas no están sanas. La foto se la tomaron solo los tres. Queda por fuera la mayor parte de la ciudadanía donde surge vigorosa una corriente democrática y progresista, y donde gravitan sectores indecisos pero dispuestos a avanzar.

La escogencia del gabinete es una señal inequívoca; aunque lo quieran presentar como un cuerpo “técnico”, no es más que un equipo marcado de uribismo y fiel a su jefe, veamos:

Ministerio del Interior, que ejecuta la política y enfrenta las diferencias entre los ciudadanos y con el Estado, esta en manos de Nancy Patricia Gutiérrez, íntima colaboradora de Uribe de décadas y con un pasado enredado por “contactos” con el paramilitarismo.

Ministerio de Defensa, que tiene bajo su responsabilidad el monopolio de las armas, será dirigido por un uribista de tiempo completo, el paisa Botero, serio contradictor de los acuerdos de paz y caracterizado enemigo de los trabajadores como jefe del gremio de los comerciantes, sitio de donde proviene. A manera de advertencia ya anunció limitaciones a la protesta.

Ministerio de Relaciones Exteriores. Se parte de un hecho incontrovertible: la imagen del país en el mundo se ha fortalecido gracias a la firma de la paz. Hoy se ve a Colombia como un destino más seguro y confiable, pero el ministerio en manos de Holmes Trujillo, un burócrata que se ha paseado por casi todos los partidos de derecha para terminar recogido por el Centro Democrático y siendo su vocero en los últimos años en cuanto foro de paz se hizo, despotricando del acuerdo, con él corre Colombia con el riesgo de terminar sola y aislada. Aquí no terminan las dificultades del ministerio; el uribismo promueve desde hace años una acción desestabilizadora del gobierno venezolano. Son conocidos los llamamientos de Uribe a la rebelión a las fuerzas armadas del país vecino y el interés de los EE.UU. por promover una intervención más directa, tarea asumida por Duque donde Colombia sería la cabeza de playa, a lo cual se levantará una protesta general en el continente.

Ministerio de Hacienda. Al frente de las finanzas del Estado está Alberto Carrasquilla, antiguo ministro de Uribe; sus concepciones económicas (de los dos) ya son conocidas, aumentarán la desigualdad y acabarán con lo público, a lo que Duque no se opondrá. Los anuncios ya están hechos: aumento de impuestos a la clase media, reducción o aumento del salario mínimo, detrimento pensional, privatización de Ecopetrol, para comenzar.

Ministerio del Trabajo. Para despejar cualquier duda sobre la composición del gabinete, solo faltaba que la secretaria privada por décadas de Uribe, doña Alicia, la que lo conoce mejor que todos y quien le guarda la espalda como nadie, la jefa de campaña de Duque quedara incrustada en el gabinete. Será la responsable de la relación gobierno-trabajadores, el bastión más organizado de la oposición. Le tocará lidiar al más férreo defensor de los interese populares y de la nación, el que conoce como ningún otro sector social la entraña del nuevo gobierno. La confrontación estará bajo el puño de Uribe y los asalariados enfrentarán con tino y experiencia cada uno de los desafueros gubernamentales.

Con la designación de estos personajes en el manejo de los asuntos vitales de la nación, reconocidos por su obediencia y sometimiento al hoy senador, se asegura el manejo de los hilos del poder. Las arterias de la administración, están bajo el puño de Uribe, pues Duque no tiene peso propio entre los líderes políticos y sociales ni en la población, solo se siente seguro y protegido por el “eterno presidente”. Nada nuevo que riña con la tradición, con el clientelismo y la corrupción o que rompa con el silencio cómplice, vendrán con este mandato. Los colombianos ya los soportamos.

Lo novedoso es la evolución de la conciencia democrática de los colombianos. Se fortalece con fuerza y razón una corriente que cree posible alcanzar en una convivencia incluyente y civilizada, que respaldó el acuerdo y que hoy ve en peligro la paz, que repudia y rechaza los actos de violencia y extinción de líderes comunitarios y de causas justas, y que no cejará en su empeño.

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